domingo, 6 de junio de 2010

escuchame, por favor


Temo herirte una vez más...mi caprichoso y estúpido corazón no deja de insistir, que lo único que quiero, es a ti. Pero y si al seguirlo, sólo consigo lastimarte, jamás podré perdonarlo...


Ni la noche ni la aurora podrán arreglar a ese corazón destrozado...

Te quiero...pero también te necesito... No me aceptes si te necesito...
No me dejes acercarme a ti si te necesito...Protégete de mi, aún cuando mi corazón implore que no lo hagas.

Te quiero tanto, que por eso te insisto; huye de mí, lejos de mi estarás a salvo... Mi adorado señor, niégame la entrada a tu corazón, te lo pido con lágrimas en los ojos, márchate...

"Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, como emisario de los cielos a la asombrada vista de los mortales, que deslumbrados te observan cruzar con vuelo muy rápido las esferas, y mecerse en las alas de las nubes" brilla como sabes hacerlo...yo estaré lejos observándote y velando por ti...siempre



atte. Esperando lo inesperado...siempre

1 comentario:

  1. El hombre impasible7 de junio de 2010, 20:33

    Vivir sin el dolor es solo vivir la mitad de la vida; el miedo al dolor es el miedo a la alegría, es la tortura eterna del deseo inalcanzado, es cerrarse las puertas a lo inesperado.

    Por que la vida es un cuento escrito por el protagonista, la necesidad no es debilidad sino humildad, es tocar la esencia de tu humanidad.

    Escucho tu deseo con la preocupación de un corazón enamorado, si tu mensaje es que me aleje me dolerá mas que el futuro que tengo enfrente, el sueño del hubiera y del pudo ser.

    Entiendo tu preocupación y también los riesgos, pero aun no la motivación y el deseo, re-confirmo el deseo de estar aquí, como he respondido, cuando más lo necesites y respetar los deseos de un corazón confundido, por que el mar del amor es el menos calmo por los que navega el hombre, cuando estés perdida prenderé el faro para que recuerdes mi nombre.

    Como el hombre en el que me deseo convertir, respetaré a la mujer que querré hasta que me duela, y como Orfeo iré al mismo infierno, valdrá la pena por solo un instante ver la sonrisa de mi amada Eurídice.

    Navegando en el mar de lo inesperado...

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